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¿Colombia sigue siendo un país de víctimas tras el Acuerdo?

Cuando el expresidente Juan Manuel Santos firmó el Acuerdo de Paz con las Farc en el Teatro Colón en 2016 puso, simbólicamente, un punto final: “Logramos parar el desangre y que no haya más víctimas”.

Hoy, cuando se conmemora el día de las Víctimas y a poco más de dos años después de aquella firma, el fin de la violencia no ha llegado para 212.504 personas que, según el Registro Único de Víctimas, han sufrido por un conflicto armado el cual, para algunos expertos, se reinventó en lugar de finalizar.

Si bien los datos no son tan exorbitantes como cuando existía el conflicto con las Farc estaba vivo, en 2018 —y por primera vez desde 2013—, la cantidad de afectados en el país aumentó con respecto al 2017. Pasó de 99.771 casos a 111.868. En particular, los desplazamientos masivos presentaron un incremento del 90 % en los dos años anteriores a este 2019, y se triplicó el número de lesionados por minas antipersonal al pasar de 57 en el 2017 a 178 en 2018.

El panorama, como señaló el informe anual del Comité Internacional de la Cruz Roja (Cicr), revela que, en general, “en Colombia no se puede hablar de posconflicto”, debido a las acciones de cuatros grupos armados organizados: el Eln, el Epl, el Clan del Golfo y las disidencias de las Farc, principalmente del Bloque Oriental, que no se acogieron al proceso de paz y menos al Acuerdo.

Fracaso o adaptación

Para el analista político Germán Sahid, con el Acuerdo Colombia celebró el cierre de un ciclo sin concluirlo efectivamente. La principal razón, a su juicio, “es que no se recuperó la institucionalidad”.

Varias de las zonas abandonas por las Farc, como Chocó, Catatumbo, Nariño y el Bajo Cauca antioqueño, se convirtieron en escenarios de disputa entre nuevos grupos armados. De acuerdo con expertos como Álvaro Villaraga, la razón es que el Estado nunca se preparó lo suficiente para ocupar estos territorios.

Sin embargo, para Adriana González, investigadora del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia, la situación actual hace parte de un periodo de transición natural luego del cierre de un conflicto armado, como también ha ocurrido en otros países. La profesora agrega que ni siquiera en Sudáfrica, considerado un referente en cuanto a reconciliación, el posconflicto se mantuvo como un mito sin fisuras.

Su posición coincide con la de Vanessa Barolsky, exinvestigadora de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación en Sudáfrica, la cual ha remarcado en múltiples ocasiones el impacto que, al menos al principio de estos procesos, sigue teniendo el pasado violento sobre un presente que intenta la reconciliación.

Víctimas, la otra disputa
Tras un proceso de paz, el otro campo de enfrentamiento son los discursos. En Colombia, estas tensiones ya se han visto en el Congreso por la presencia de varios exguerrilleros de Farc en las curules otorgadas producto del Acuerdo.

Para Diana Sofía Giraldo, directora de la fundación Víctimas Visibles, su mayor preocupación es la “instrumentalización de las víctimas por los partidos políticos”. Agrega que durante los años de negociación del gobierno Santos “se nos hizo creer, aunque de forma tácita, que el perdón implicaba la renuncia de derechos”.

No obstante, para González, la discusión sobre la ideologización de las víctimas y su utilización por distintos actores, “desconoce sus esfuerzos de organización e independencia para demandar una respuesta del Estado”.

Los desacuerdos sobre el papel de las víctimas en esta etapa se reflejan, para González, en el fracaso en dos ocasiones del proyecto que pretendía otorgar 16 curules en la Cámara de Representantes para los afectados por el conflicto armado.

Estos tropiezos, como explica Gabriel Gómez, profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia, tienen que ver con una característica del conflicto colombiano: pese a su antigüedad de al menos cincuenta años, la preocupación por las víctimas “es relativamente reciente y ha sido liderado por ellas mismas”.

El camino, para los analistas, no está en la exclusión de estas personas del debate ni en declaraciones de punto final que no coinciden con la realidad, sino en la construcción de una agenda en la que aquellos que sufrieron el conflicto sean protagonistas en su finalización.

Fuente: El Colombiano