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Así funciona el tráfico de animales en Antioquia

Dicen que un campesino llamó a Corantioquia —una de las autoridades ambientales— para reportar que el perro de su vecino era muy raro y no ladraba, sino que más bien aullaba. Que cuando los funcionarios llegaron hasta la finca, en zona rural de La Estrella, encontraron un animal de 25 kilos con una cadena amarrada al cuello.

Dicen, porque nadie se atrevió a confirmarlo o desmentirlo, que el animal era propiedad de un hombre con nexos ilegales que lo había entrado al país haciéndolo pasar por un perro siberiano.

Era febrero de 2016 y todo Medellín se sacudió con la noticia: en las montañas del Aburrá habían encontrado a un lobo, especie que sólo vive en Norteamérica, en mal estado. El animal, que luego fue bautizado como Ámarok, fue rescatado y llevado hasta el zoológico Santa Fe, donde permaneció 15 meses en recuperación y terminó en una reserva protegida en Colorado, Estados Unidos, su tierra natal.

Ámarok fue una de las víctimas del comercio ilegal de fauna y flora silvestre, el tercer negocio ilícito más rentable del mundo pues, según cálculos de la ONU, mueve entre 10.000 y 26.000 millones de dólares cada año.

Y aunque el problema es de escala mundial, no siempre los animales terminan fuera del país. Una mirada al Centro de Atención y Valoración de Fauna del Área Metropolitana (CAV), el lugar más importante para la recuperación de estos animales en Antioquia, nos da un panorama de lo que sucede. Eugenio Prieto, director del Área Metropolitana, explicó que entre 2006 y 2018 al CAV llegaron 85.779 animales silvestres, muchos de ellos entregados por los ciudadanos de manera voluntaria, otros tantos incautados durante operativos en las carreteras, y los restantes, arrebatados a los comercializadores ilegales.

De ellos, cerca del 12 % (unos 10.920 animales) fueron liberados y 53 % reubicados (46.278 individuos). Los demás no estaban en condiciones de sobrevivir en su hábitat, bien porque sufrieron daños (corte de alas, mutilaciones) o por su edad, entre otras razones.

“Hemos logrado una reducción del tráfico, una mayor recuperación mediante entregas voluntarias y ya tenemos 12 territorios dentro del Valle de Aburrá declarados libres de fauna silvestre en cautiverio”, aseguró Prieto, quien reconoció que el problema no está resuelto pues aún hay mafias activas que se valen de herramientas como las redes sociales para evadir la ley.

Modas crueles

Diego es el último enlace de una cadena que vende animales silvestres bajo pedido. Uno de sus últimos encargos fue de los que él llama “fáciles”: le pidieron una serpiente que no fuera venenosa.

“El comprador se arrepintió del negocio cuando ya teníamos la especie aquí, pero eso no fue problema”, confesó Diego, quien terminó vendiendo al animal como si fuera cualquier mercancía, a través de Facebook.

En uno de esos grupos de los que él forma parte, llamado “Insecta Reptilia”, ofrecen babillas, geckos, erizos, escorpiones y arañas por precios que van desde 150 mil pesos hasta los 300 dólares, según la especie. Los vendedores los ofrecen, casi siempre, para entrega inmediata y reciben el pago contra entrega en parques de la ciudad.

Al preguntarle a uno de los vendedores si el negocio era ilegal, el hombre respondió: “solo si la Policía nos pilla”.

La teniente Erika Ortiz, jefe de la Policía Ambiental en Antioquia, reveló que las “modas” entre los jóvenes disparan la venta de ciertas especies. “Entre las que más se están comercializando hay aves que traen mucho de Chocó y la Costa Atlántica, además de los reptiles que vienen del norte y sur del país”, dijo.

Prieto agregó que en 2018, por ejemplo, se puso de moda entre los jóvenes tener serpientes como mascotas. “El año lo cerramos liberando 84 boas constrictor. ¿Qué hacían tantas boas en el Valle de Aburrá? La respuesta es moda, fotos para redes y nada más”, dijo.

Tradiciones poco sanas

La llegada de Semana Santa revive, en el Bajo Cauca antioqueño, una tradición no tan sana para el medio ambiente: el consumo de huevos de iguana.

Nancy Monterrosa, directora de la Fundación Proesa Animal, explicó que en esa época las hembras ponen los huevos, que se venden entre $200 y $500 la unidad.

“El problema es cómo los obtienen: hay gente que las coge en la calle, las raja para sacarle los huevos, a veces las rellenan con hojas y luego las dejan así o las cosen con pita”, explicó Monterrosa.

Como consecuencia, la mayoría de estos animales muere. Algo similar ocurre con las tortugas hicoteas, que son cazadas para extraer sus huevos y comercializar la carne.

Melissa Penagos, médica veterinaria y coordinadora del hogar de paso de fauna de CorpoUrabá, explicó que esa problemática también se vive en la costa antioqueña.

“Durante todo el año tenemos decomisos y entregas de guaguas y cangrejos azules, que van al Caribe; o de aves cantoras, como congos y canarios, que son llevadas al centro del país para ser encerradas en jaulas, como mascotas ”, indicó.

Ana Ligia Mora, directora de Corantioquia, aseguró que en el Suroeste del departamento hay una problemática adicional. “En la zona de Cartama y el Citará aún tenemos un problema de caza, que se mantiene sobre todo entre los campesinos como una tradición. Uno de nuestros retos es sensibilizarlos para que entiendan el daño que hacen”, manifestó.

En 2018 Corantioquia incautó 29 animales, rescató 271 y recibió voluntariamente 440. De ellos, 44 % eran reptiles y 41 % aves .

El Ateles hybridus o mono araña del Magdalena (foto) es una de las especies de primates más amenazadas en Colombia, su población conocida se concentra en el Norte de Antioquia y el Sur de Córdoba, donde es buscado por cazadores que quieren su carne para consumirla y sus crías para venderlas de forma ilegal.

En un acompañamiento se pudo evidenciar a un grupo de integrantes de la corporación autónoma Corantioquia y de la Policía Ambiental a un procedimiento de sensibilización y entrega voluntaria de uno de estos individuos de mono araña en la vereda Las Delicias de Segovia, el pasado 19 de marzo.

Allí los tenedores del animal silvestre llevaban aproximadamente un año en posesión del primate.

Había llegado a sus manos, según ellos, de forma accidental, luego de presenciar como un grupo de cazadores había matado a la madre y abandonado a la cría.

Sandra Gil, bióloga de Corantioquia, llegó al lugar con una cartilla llena de información y fotos de la especie en mano y armada solo de argumentos, para explicarle a la familia todo el proceso de recuperación y liberación en la vida silvestre, con otros individuos de la misma especie, que podía tener si ellos decidían entregarlo de forma voluntaria a las autoridades.

Al principio hubo muchas preguntas sobre lo que iban a hacer con “Sacha”, que permanecía amarrada del cuello en un cobertizo de madera, pero poco a poco la paciencia y los argumentos de Sandra hicieron que todos los miembros de la familia entendieran la difícil situación en la que está la especie y la importancia de la entrega voluntaria.

El acta se firmó y “Sacha”, fue llevada a iniciar el proceso de recuperación que, finalmente, podrá ser liberada de nuevo en los bosques del departamento y seguir manteniendo la esperanza de salvar la especie.

No hubo ningún operativo, la Policía Ambiental acompañó todo el proceso sin necesidad de usar la fuerza.

“Si la entidad llega con violencia a incautar un animal, las personas luego se van y buscan otro, en cambio si logramos que entiendan por qué lo deben entregar y cómo lo vamos a recuperar y liberar, no hay necesidad de usar la fuerza y ellos no buscarán otros animales” explicó la bióloga de Corantioquia.

Fuente: El Colombiano