El fotógrafo Guillermo Ossa se dio a la difícil tarea de retratar los animales de los centros de fauna del departamento. Pero lo suyo no era solo una búsqueda de la estética por la estética. Su pretensión era otra: mostrar la importancia de su preservación y tumbar varios mitos.
Uno de ellos, dice, es la creencia errónea de que estos centros capturan a los animales para exhibirlos. “Eso es falso. Muchos de los que llegan es porque son producto de incautaciones. Allí se les rehabilita y en muchas ocasiones son devueltos a su hábitat”, explica el fotógrafo.
El resultado final de un trabajo de dos años, en los que fotografió a decenas de animales de toda índole y en el que tuvo que sortear una larga serie de dificultades técnicas, puede apreciarse desde el pasado miércoles en la exposición ‘Misión: conservación’.
La muestra, que consta de 30 fotografías en fondo negro, podrá verse hasta el 30 de marzo en la Sala Arte, de la Universidad de Medellín.

El proyecto comenzó cuando Ossa, experto en fotografía de naturaleza, se acercó al zoológico Santa Fe para fotografiar a sus animales. Lo mismo le propuso al serpentario de la U. de A. y al Parque Temático Hacienda Nápoles.
Lo que siguió fue casi una proeza: adecuar un estudio dentro de esos centros de fauna y llevar allí a los animales. No fue un trabajo fácil: “Teníamos un tiempo de entre tres y cinco minutos con cada animal. Si se sentía muy estresado, era mejor desistir y no tomar la foto. Lo más importante era el bienestar de ellos”.
Los visitantes de la exposición podrán encontrar fotografías de aves, mamíferos, peces y reptiles. Caminar con Ossa por el salón es como ir adentrándose en una historia discontinua pero llena de anécdotas.
El fotógrafo, por ejemplo, señala la fotografía de la rana dorada, un espécimen muy llamativo por su intenso color amarillo y su exiguo tamaño.
Teníamos un tiempo de entre tres y cinco minutos con cada animal. Si se sentía muy estresado, era mejor desistir y no tomar la foto. Lo más importante era el bienestar de ello.
Esta ranita, cuyo nombre científico es Phyllobates terribilis, habita en el Pacífico y la Amazonía colombiana. Y, muy a pesar de su apariencia inofensiva, es considerado el vertebrado más tóxico del mundo.
Por eso, fotografiarla fue un gran reto. Ossa cuenta que el personal del zoológico Santa Fe la llevó hasta el estudio tomando todas las precauciones posibles. Pero una vez allí, la soltaron para que el fotógrafo hiciera su trabajo.
“Tenía que estar muy pendiente. A veces saltaba y me tocaba a mí alejarme con la cámara. Es un animal muy venenoso”, rememora.
En cambio, hubo otros animales mucho más cómodos con la cámara. Es el caso de Pipo, una danta macho del zoológico. El animal, cuenta Ossa, no se sintió intimidado cuando lo llevaron al estudio.

En gran medida ayudó que su cuidador habitual estuviera presente al momento de fotografiarlo. Esto se hace evidente cuando el espectador se acerca a la fotografía que quedó expuesta: la danta se ve tranquila, en una pose natural, mirando hacia el lente de la cámara con cierta curiosidad.
Ossa envió 60 fotos a la universidad para que desde allí escogieran las 30 que al final conformarían la exposición. Diego Arango, profesor de fotografía y quien se desempeñó como curador de la muestra, explica que la selección se hizo por temáticas.
“La obra muestra una solidez absoluta, hay un buen manejo del color y la iluminación. Eso hizo difícil la selección. Lo que hicimos fue jugar con las imágenes, que el recorrido se hiciera dinámico, que las fotos conversaran entre sí”, expresa el curador. Además, añade que no hubo que solucionar desde lo técnico pues “la obra es de una factura impecable”.